- ¿ Quién era en realidad el toro que mató a Manolete?
La Comunidad de Madrid eleva a ocho el número de enfermos afectados del virus de la Hepatitis C en la Fundación Hospital de Alcorcón y concluye que el contagio se pudo producir por la incorrecta utilización del suero multidosis de heparina que se emplea para el sellado de los catéteres Port a Cath.
Qué cosas pasan mire usted. Cuando en España aumenta desde 1995 en un 11% los casos de cáncer a alguien se le olvida cambiar una aguja. Como si no fuera suficiente el pasar por esa penosa y, aunque se empeñen en decir lo contrario, tan mortal enfermedad a algún asistente se le pasa cambiar tan simple artilugio. Una aguja señores, la aguja que sirve para sellar un triste catéter.
En un hospital nuevo, regido por el tan pepero sistema de la Fundación, cual novela de Asimov, paradigma de todas las bondades del nuevo sistema hospitalario a alguien se le olvida cambiar una aguja. Ese hospital con página web propia alabando su método empresarial de cuidado de la salud del ciudadano, algo tan prosaico como una aguja conduce a un futuro incierto a ocho pacientes de oncología. Ocho que se sepa, nadie ha contabilizado los que han muerto o puedan haber muerto por la contingencia como ha venido en llamarlo el director del hospital.
Ese joven de poco más de 30 años, con un cáncer linfático, recién casado; esa mujer ya entrada en años con un avanzado proceso cancerígeno que ahora no puede recibir la quimioterapia adecuada porque la enfermedad que le ha sido contagiada es incompatible con la curación.
Víctimas de una negligencia a los que los órganos pertinentes se han dado mucha prisa en notificarles cual va a ser la indemnización que les van a dar. Pero ¿hay indemnización suficiente para pagar esas vidas? Al final todo se reduce al vil emonumento.
- Mire usted, les hemos contagiado de una enfermedad crónica que no tiene cura pero
no se preocupen les vamos a dar unos euros en compensación.
- Pero ¿me voy a morir de ello?
- Bueno, morirse, lo que se dice morirse no tiene porqué.
- Pero ¿me van a continuar dando mi tratamiento contra mi cáncer?
- Mire darle el tratamiento no podemos, pero si va usted a Lourdes lo mismo.....
hasta el Papa va a Lourdes; bien puede ir usted también.
Vamos, que a ver si se mueren prontito y el escándalo no va a más.
Y el caso es que no podemos echarle la culpa al sistema, la cosa ha sido culpa de una aguja que seguro que era del PSOE y prima hermana de Rubalcaba. A ver si se mueren prontito ellos y los familiares que se puedan haber infectado que estas cosas de los virus son así de puñeteros, yo te doy cremita tú me das cremita, yo pillo una hepatitis y entre cremitas se la contagio a mi pareja. Pero aquí no ha pasado nada. Sólo son ocho.
Ocho vidas que tropezaron con una maldita aguja que debía de haber sido cambiada, ocho personas que ya tenían la vida en un hilo. Ocho personas a las que se les estuvo engañando durante meses, sin darles un tratamiento al tiempo que suspendían el que tenían. Ocho seres humanos anónimos a los que poco más que su familia y algunos amigos lloraran. Ocho personas que si sobreviven al cáncer tendrán que arrastrar de por vida la incompetencia de alguien.
Seres humanos no víctimas de una aguja, víctimas del sistema. Del ocultismo de los responsables de un hospital, de la mala y poca financiación estatal desviada a lejanos países en guerras ilegales. De la prisa del encargado de cambiar esa aguja porque seguramente tenía mil cosas más que hacer, muchas que ni siquiera serian de su competencia y presionado por los rendimientos. Qué hay que dejar en buen sitio el sistema hospitalario de las Fundaciones.
Sólo ocho. Únicamente ocho. Ocho muescas más en el revolver de algún trajeado Fundador.
Qué cosas pasan mire usted. Cuando en España aumenta desde 1995 en un 11% los casos de cáncer a alguien se le olvida cambiar una aguja. Como si no fuera suficiente el pasar por esa penosa y, aunque se empeñen en decir lo contrario, tan mortal enfermedad a algún asistente se le pasa cambiar tan simple artilugio. Una aguja señores, la aguja que sirve para sellar un triste catéter.
En un hospital nuevo, regido por el tan pepero sistema de la Fundación, cual novela de Asimov, paradigma de todas las bondades del nuevo sistema hospitalario a alguien se le olvida cambiar una aguja. Ese hospital con página web propia alabando su método empresarial de cuidado de la salud del ciudadano, algo tan prosaico como una aguja conduce a un futuro incierto a ocho pacientes de oncología. Ocho que se sepa, nadie ha contabilizado los que han muerto o puedan haber muerto por la contingencia como ha venido en llamarlo el director del hospital.
Ese joven de poco más de 30 años, con un cáncer linfático, recién casado; esa mujer ya entrada en años con un avanzado proceso cancerígeno que ahora no puede recibir la quimioterapia adecuada porque la enfermedad que le ha sido contagiada es incompatible con la curación.
Víctimas de una negligencia a los que los órganos pertinentes se han dado mucha prisa en notificarles cual va a ser la indemnización que les van a dar. Pero ¿hay indemnización suficiente para pagar esas vidas? Al final todo se reduce al vil emonumento.
- Mire usted, les hemos contagiado de una enfermedad crónica que no tiene cura pero
no se preocupen les vamos a dar unos euros en compensación.
- Pero ¿me voy a morir de ello?
- Bueno, morirse, lo que se dice morirse no tiene porqué.
- Pero ¿me van a continuar dando mi tratamiento contra mi cáncer?
- Mire darle el tratamiento no podemos, pero si va usted a Lourdes lo mismo.....
hasta el Papa va a Lourdes; bien puede ir usted también.
Vamos, que a ver si se mueren prontito y el escándalo no va a más.
Y el caso es que no podemos echarle la culpa al sistema, la cosa ha sido culpa de una aguja que seguro que era del PSOE y prima hermana de Rubalcaba. A ver si se mueren prontito ellos y los familiares que se puedan haber infectado que estas cosas de los virus son así de puñeteros, yo te doy cremita tú me das cremita, yo pillo una hepatitis y entre cremitas se la contagio a mi pareja. Pero aquí no ha pasado nada. Sólo son ocho.
Ocho vidas que tropezaron con una maldita aguja que debía de haber sido cambiada, ocho personas que ya tenían la vida en un hilo. Ocho personas a las que se les estuvo engañando durante meses, sin darles un tratamiento al tiempo que suspendían el que tenían. Ocho seres humanos anónimos a los que poco más que su familia y algunos amigos lloraran. Ocho personas que si sobreviven al cáncer tendrán que arrastrar de por vida la incompetencia de alguien.
Seres humanos no víctimas de una aguja, víctimas del sistema. Del ocultismo de los responsables de un hospital, de la mala y poca financiación estatal desviada a lejanos países en guerras ilegales. De la prisa del encargado de cambiar esa aguja porque seguramente tenía mil cosas más que hacer, muchas que ni siquiera serian de su competencia y presionado por los rendimientos. Qué hay que dejar en buen sitio el sistema hospitalario de las Fundaciones.
Sólo ocho. Únicamente ocho. Ocho muescas más en el revolver de algún trajeado Fundador.
0 comentarios