Coleto es nombre de cojón
El obispo de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, José Gea Escolano, ha advertido hoy de que la Iglesia "no puede callarse" ante la "degradación moral" que el Gobierno español propone para la legislación española, en cuestiones como la legalización de las uniones civiles entre parejas homosexuales o la ampliación de los supuestos del aborto.
Bonitas palabras las de el de Mondoñedo y seguro que las dice convencidísimo. Se habrá planteado éste hombre que está cuestionando la política de un país en el que nadie les ha dado vela para alumbrar el entierro. Más les valiera a éste pobre hombre empezar a investigar los innumerables casos de pederastia, de abusos sexuales, de robos de obras de arte en las iglesias y demás "niñerías" que encubre y disculpa la moral hipócrita de lo que ellos se vienen en llamar defensores y galantes de la moral cristiana.
Bien podría éste hombrecito tirarse a la calle para curar de sus heridas físicas y mentales de esos cientos, miles de enfermos que nos encontramos tirados en la calle de cualquier ciudad. Esos enfermos, vagabundos y gentes desestructuradas socialmente que duermen entre cartones, en los bancos de los parques y que mueren cada invierno a las puertas de las estaciones de metro.
Bien podría ésta gentuza poner a disposición de los gobiernos del mundo entero sus tesoros, sus propiedades eclesiásticas, sus obras de arte de valor incalculable que han estado atesorando desde tiempos pretéritos.
Pero es más fácil desestabilizar, empujar a mentes maleables a levantarse contra el gobierno legítimo. ¿Qué están buscando? ¿Otra guerra civil? ¿Qué de nuevo las mentes preclaras cuyo único fin en su vida es salvar las almas de los impíos y los apóstatas? Alguien se ha olvidado explicarles a esta gente que la religión es algo íntimo, que cree quien quiere y lo quiere y que sus panegíricos exaltados los deben de enviar, a cobro revertido, por correo certificado a sus legítimos destinatarios, aquellos que a fin de periodo fiscal adjunten un aspa en su declaración de la renta en el apartado correspondiente.
También sería conveniente explicarles que no se puede tener a un hombre enfermo de la Ceca a la Meca paseando sus miserias como símbolo de una fe. Eso si que es degradante para la moral, ver día tras día a un pobre hombre pasear su maltrecho cuerpo y su más maltrecha mente por esos mundos de dios. Pero con la iglesia hemos topado, o al menos de eso se aprovechan, están viendo como el poder que antaño se consiguió bajo el poder de las armas se les escapa de las manos, que España ya no es la reserva espiritual de occidente.
Y entre ésta amalgama de seres inmorales donde los haya, están los que realmente valen la pena, muchos de esos hombres y mujeres que realmente entregan su vida a dios, esos misioneros, frailes, curas y monjas que están desperdigados en el tercer mundo; los que realmente tienen en sus manos el poder de dios y de su mandato.
La iglesia se ha convertido en el nuevo templo plagado de mercaderes, mercaderes en el más estricto sentido de la palabra. Mercaderes de inmundicias espirituales. Ellos son el anticristo, son el cáncer de la moral.
Señor José Egea, en nombre de Dios, métase en sus cosas y déjenos a las gentes de bien hacer lo que nos de la gana en la vida, porque si algo nos dio Dios es el libre albedrío, condición sinecuane de la naturaleza divina de todas las cosas.
Bonitas palabras las de el de Mondoñedo y seguro que las dice convencidísimo. Se habrá planteado éste hombre que está cuestionando la política de un país en el que nadie les ha dado vela para alumbrar el entierro. Más les valiera a éste pobre hombre empezar a investigar los innumerables casos de pederastia, de abusos sexuales, de robos de obras de arte en las iglesias y demás "niñerías" que encubre y disculpa la moral hipócrita de lo que ellos se vienen en llamar defensores y galantes de la moral cristiana.
Bien podría éste hombrecito tirarse a la calle para curar de sus heridas físicas y mentales de esos cientos, miles de enfermos que nos encontramos tirados en la calle de cualquier ciudad. Esos enfermos, vagabundos y gentes desestructuradas socialmente que duermen entre cartones, en los bancos de los parques y que mueren cada invierno a las puertas de las estaciones de metro.
Bien podría ésta gentuza poner a disposición de los gobiernos del mundo entero sus tesoros, sus propiedades eclesiásticas, sus obras de arte de valor incalculable que han estado atesorando desde tiempos pretéritos.
Pero es más fácil desestabilizar, empujar a mentes maleables a levantarse contra el gobierno legítimo. ¿Qué están buscando? ¿Otra guerra civil? ¿Qué de nuevo las mentes preclaras cuyo único fin en su vida es salvar las almas de los impíos y los apóstatas? Alguien se ha olvidado explicarles a esta gente que la religión es algo íntimo, que cree quien quiere y lo quiere y que sus panegíricos exaltados los deben de enviar, a cobro revertido, por correo certificado a sus legítimos destinatarios, aquellos que a fin de periodo fiscal adjunten un aspa en su declaración de la renta en el apartado correspondiente.
También sería conveniente explicarles que no se puede tener a un hombre enfermo de la Ceca a la Meca paseando sus miserias como símbolo de una fe. Eso si que es degradante para la moral, ver día tras día a un pobre hombre pasear su maltrecho cuerpo y su más maltrecha mente por esos mundos de dios. Pero con la iglesia hemos topado, o al menos de eso se aprovechan, están viendo como el poder que antaño se consiguió bajo el poder de las armas se les escapa de las manos, que España ya no es la reserva espiritual de occidente.
Y entre ésta amalgama de seres inmorales donde los haya, están los que realmente valen la pena, muchos de esos hombres y mujeres que realmente entregan su vida a dios, esos misioneros, frailes, curas y monjas que están desperdigados en el tercer mundo; los que realmente tienen en sus manos el poder de dios y de su mandato.
La iglesia se ha convertido en el nuevo templo plagado de mercaderes, mercaderes en el más estricto sentido de la palabra. Mercaderes de inmundicias espirituales. Ellos son el anticristo, son el cáncer de la moral.
Señor José Egea, en nombre de Dios, métase en sus cosas y déjenos a las gentes de bien hacer lo que nos de la gana en la vida, porque si algo nos dio Dios es el libre albedrío, condición sinecuane de la naturaleza divina de todas las cosas.
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