La herencia Lumumba
No es que el hombre no tuviera sus escarceos amorosos con las mozas tribales de moral más distraída en “un aquí te pillo, aquí te mato” detrás de cualquier matojo. Y no es que alguna de estas mozas no engendrara más de un crío con rasgos ligeramente parecidos a Lumumba pero esos hijos ya no eran problema del padre desnaturalizado. Y es que Lumumba le recordaba tanto a un abuelo suyo, hemos de decir que fue el causante de la casi extinción de la tribu, que cuando fornicaba y por cualquiera que fuese la causa le venía a la memoria su legado para la humanidad la cosa decaía al instante y tampoco era cuestión de rebajar el pabellón sexual de la familia.
Y estando entre estos menesteres y otros parecidos llegó al poblado de al lado una remesa nueva de alegres chicas de virtud condescendiente; claro está que aquello causó ciertos desarreglos hormonales en todos los hombres de la tribu de Lumumba y circundantes; y durante una temporada todos los hombre de la tribu, en edad reproductora y los otros que se ayudaban para cumplir como hombres de los mejunjes de los brujos, fomentaron el intercambio intercultural.
Pero como todo en esta vida cansa y debido, también, a que las legítimas comenzaron una huelga a la japonesa en los que se refería a cualquier tipo de relación marital con sus respectivos la cosa del intercambio intercultural decreció notablemente. Lo cual no es óbice para que algunos, libres de ligaduras maritales, continuaran visitando el lupanar aborigen.
Desde luego las citadas mozas no ofrecían sus favores sin más. De alguna manera debían de amortizar los años empleados en el estudio del romántico y lucrativo arte amatorio, que ellas llamaban licenciatura de Relaciones Públicas en el ámbito rural, y por cada favor más o menos estudiado recibían en compensación un emonumento que generalmente consistía en media docena de gallinas ponedoras por el alquiler del local y un ternero temprano por la asistencia especializada. Incluso, y es que no las podemos negar la inteligencia administrativa, crearon una tarifa plana que permitía varias visitas para recibir asesoramiento por un pago único y mensual de 40 gallinas ponedoras y dos vacas en edad reproductora.Y no debemos engañarnos, el padre de Lumumba no era para nada un potentado, más bien tenía la suerte de conservar unos ahorrillos de su época de guía de excursionistas blancos. Unos ahorros que había ido invirtiendo en vacas y gallinas consiguiendo, de esa manera, tener una buena cantidad de cabezas vacunas y aviares. Lo que se dice para tener una vejez relajada. Pero señores, la edad no perdona; y el padre de Lumumba pedió, después de un accidente con una botella de coca cola arrojada sin miramientos desde un boing 727 conjugado con la pila de años que acaparaba el hombre; perdió,
decíamos, el buen funcionamiento de los enlaces neuronales y en una de sus visitas al lugar de desfogue sexual y teniendo que pagar por los servicios requeridos, que no eran muchos ya que las cosas no eran como 30 años atrás ni funcionaban como entonces, no se le ocurrió otra cosa que proveer a la moza de la llave del corral para que ella misma se cobrara. Y ya fuera que la moza andara más necesitada de lo habitual o que la vista de la llave la provocara unas ansias ilimitadas de gallinas y terneros al irse a cobrar los servicios donde debía de poner 4 escribió 400.
Lumumba acostumbraba a visitar con frecuencia el legado familiar, por eso de recrearse el los bienes que le estarían por venir al ser el único descendiente reconocido y legal; y cuando descubrió que tal legado había, poco menos, que desaparecido increpó a su progenitor. Y es que Lumumba podía ser medio gilipollas pero en cuestión de cuartos no se le escapaba una. El padre, que nunca sabremos si alguna vez se dio cuenta de la faena que le habían hecho
hasta el momento en que su hijo le recriminó o que la vergüenza le impidió reclamar, intentó defenderse como lo hace todo el que es pillado en una falta muy gorda, es decir atacando.
Y de sopetón se encontró Lumumba sin herencia y encima acusado de abandonar a su anciano padre cuando todos sabemos que fue al revés. Aquel día debía ser que había alguna conjunción estelar rara, de esas que se dan cada cien mil años, que Lumumba tubo una buena idea. Si su padre negaba la mayor, que no había tenido ningún intercambio intertribal, y que como aseguraba la herencia había desaparecido por una apropiación indebida de la llave del corral Lumumba obligó a su padre a presentar denuncia en la gran asamblea de jefes tribales de la región.
hasta el momento en que su hijo le recriminó o que la vergüenza le impidió reclamar, intentó defenderse como lo hace todo el que es pillado en una falta muy gorda, es decir atacando.
Y de sopetón se encontró Lumumba sin herencia y encima acusado de abandonar a su anciano padre cuando todos sabemos que fue al revés. Aquel día debía ser que había alguna conjunción estelar rara, de esas que se dan cada cien mil años, que Lumumba tubo una buena idea. Si su padre negaba la mayor, que no había tenido ningún intercambio intertribal, y que como aseguraba la herencia había desaparecido por una apropiación indebida de la llave del corral Lumumba obligó a su padre a presentar denuncia en la gran asamblea de jefes tribales de la región.
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