Paseando
Yo vivo en el centro de España, en la Comarca de las Vegas; lindando con Toledo y Cuenca, en las estribaciones de la meseta y prácticamente en la Mancha. Hago diariamente varios viajes para llevar a mis críos al colegio del pueblo de al lado. Por aquí los inviernos son duros, muy secos y con muchas heladas; pero hoy viniendo del colegio, conduciendo tranquilamente, he observado algo; allá en lo alto, en el cielo una pareja de águilas volaba haciendo circulos, sólo los mas viejos del lugar recuerdan cuando había águilas por aquí.
Los campos ,después de la guerra civil, quedaron devastados; no en si por la contienda, sino por los rigores del hambre que trajo las postguerra en la que los campos eran roturados hasta en los sitios más inverosímiles, todas las encimas y demás vegetación susceptible de proporcionar calor fue arrasada, la tierra se quedo yerma, todo vestigio de arboleda desapareció y el cultivo intensivo de las tierras hizo que todo lo que alcanzara la vista fueran bastas extensiones de color marrón ácido. Pero aquello acabo, y ahora la agricultura ya no es la principal actividad de la gente del pueblo, la naturaleza ha vuelto por sus fueros.
Cuando venía hacia casa me ha parecido como si de pronto hubiera habido una explosión de colores, los distintos matices de verde relucían bajo un cielo emcapotado que aquí y allá dejaba escapar tenues rayos de sol matizando ,si cabe, aún más los singulares colores. Las cunetas de la carretera se hayan plagadas de macizos de amapolas, que resaltan con su rojo; las margaritas silvestres asoman tímidas con su blanco puro ,las encinas han vuelto a repoblar los montes ,los almendros que ya han perdido la flor crecen desperdigados; el trigo y la cebada ya empieza a verdeguear los campos y las clavellinas de las cepas ya son visibles desde la carretera. Pequeños gazapos corren acalorados de un lado a otro, una pareja de abubillas con su penacho dorado vuelan de árbol a árbol, y hasta ese campo recién arado, propiedad de un viejo agricultor que se niega a abandonar lo que ha sido toda su vida, hace el paisaje mas bello aún, con sus tonos de marrón que despide frescura y amansa el espíritu. Últimamente hasta se han visto zorros y jabalíes por la zona, y no hace mucho que frené mi furgoneta para dejar el paso franco a una grulla un tanto despistada; y cuando llegas al pueblo hasta te da alegría ver al cafre del alcalde con la ropa de trabajar el campo lleno de barro hasta el corvejón.
Cuando me siento ante esta pantalla no tengo mas que levantar la vista y observo como los árboles se mecen y el cerro de enfrente se plaga de flores, y veo como dos gatitos retozan entre la hierba. Tengo mucha suerte de vivir donde vivo, muy cerca de Madrid pero en plena naturaleza, aun prácticamente virgen de urbanizaciones con pequeños chalet orterillas; entonces es cuando me pregunto el porqué la gente se amarga y se agrede perdiéndose las cosas realmente bellas de nuestra vida.
Parémonos un momento y miremos al cielo, observemos el azul intenso de una tarde de primavera y tratemos de buscar a nuestra propia pareja de águilas o simplemente a esas golondrinas que llevan el pico lleno de barro para hacer su nido; a esos gorriones gordinflones y caraduras o simplemente asomémonos a la terraza o a la ventana de nuestro piso y miremos el tiesto que la vecina tiene en la ventana de enfrente y cuando la buena señora se asome respondámosla con una amplia sonrisa y también deberiamos de pedirle un esqueje de la planta para poder sembrar nuestra propia maceta.
Dar vida y amar la vida es lo mas importante, lo demás son nimiedades, porque el verde de los campos es igual para el pobre que para el rico, para el malvado que para santo, sólo hay que saber como mirar y hacia donde mirar.
Los campos ,después de la guerra civil, quedaron devastados; no en si por la contienda, sino por los rigores del hambre que trajo las postguerra en la que los campos eran roturados hasta en los sitios más inverosímiles, todas las encimas y demás vegetación susceptible de proporcionar calor fue arrasada, la tierra se quedo yerma, todo vestigio de arboleda desapareció y el cultivo intensivo de las tierras hizo que todo lo que alcanzara la vista fueran bastas extensiones de color marrón ácido. Pero aquello acabo, y ahora la agricultura ya no es la principal actividad de la gente del pueblo, la naturaleza ha vuelto por sus fueros.
Cuando venía hacia casa me ha parecido como si de pronto hubiera habido una explosión de colores, los distintos matices de verde relucían bajo un cielo emcapotado que aquí y allá dejaba escapar tenues rayos de sol matizando ,si cabe, aún más los singulares colores. Las cunetas de la carretera se hayan plagadas de macizos de amapolas, que resaltan con su rojo; las margaritas silvestres asoman tímidas con su blanco puro ,las encinas han vuelto a repoblar los montes ,los almendros que ya han perdido la flor crecen desperdigados; el trigo y la cebada ya empieza a verdeguear los campos y las clavellinas de las cepas ya son visibles desde la carretera. Pequeños gazapos corren acalorados de un lado a otro, una pareja de abubillas con su penacho dorado vuelan de árbol a árbol, y hasta ese campo recién arado, propiedad de un viejo agricultor que se niega a abandonar lo que ha sido toda su vida, hace el paisaje mas bello aún, con sus tonos de marrón que despide frescura y amansa el espíritu. Últimamente hasta se han visto zorros y jabalíes por la zona, y no hace mucho que frené mi furgoneta para dejar el paso franco a una grulla un tanto despistada; y cuando llegas al pueblo hasta te da alegría ver al cafre del alcalde con la ropa de trabajar el campo lleno de barro hasta el corvejón.
Cuando me siento ante esta pantalla no tengo mas que levantar la vista y observo como los árboles se mecen y el cerro de enfrente se plaga de flores, y veo como dos gatitos retozan entre la hierba. Tengo mucha suerte de vivir donde vivo, muy cerca de Madrid pero en plena naturaleza, aun prácticamente virgen de urbanizaciones con pequeños chalet orterillas; entonces es cuando me pregunto el porqué la gente se amarga y se agrede perdiéndose las cosas realmente bellas de nuestra vida.
Parémonos un momento y miremos al cielo, observemos el azul intenso de una tarde de primavera y tratemos de buscar a nuestra propia pareja de águilas o simplemente a esas golondrinas que llevan el pico lleno de barro para hacer su nido; a esos gorriones gordinflones y caraduras o simplemente asomémonos a la terraza o a la ventana de nuestro piso y miremos el tiesto que la vecina tiene en la ventana de enfrente y cuando la buena señora se asome respondámosla con una amplia sonrisa y también deberiamos de pedirle un esqueje de la planta para poder sembrar nuestra propia maceta.
Dar vida y amar la vida es lo mas importante, lo demás son nimiedades, porque el verde de los campos es igual para el pobre que para el rico, para el malvado que para santo, sólo hay que saber como mirar y hacia donde mirar.
4 comentarios
La_Web_ona -
ERicillo -
Parece que esas cositas q explicas sólo pasen en TV o en una peli o libro, pero no, mira Dori está aqí al lado, sólo asomarte a esta pantalla encuentras a una mantequillas q se deshace con la natura...esas personas así siempre serán mis amigas.
Por muchos años nena, que tus ojos sigan viendo esas imágenes y que tu cuerpo se llene de gozo al sentirlas.
Ufff qé cursi!!;pero es q mira que hacía que algo no me ponía allí volando, paseando, en definitiva: paseando.
Bueno, bajaré de las nubes.
Muack para todas las viajeras q pasan por aquí: nos conocemos :)
La_Web_ona -
Bambollia -