LA DAMA INCOHERENTE
La mujer, para la Iglesia Católica, no deja de ser nada más que la representación del primer y más aborrecible de los pecados, el Pecado Original. Fue ella quien, haciendo caso omiso a Dios, tomó la manzana del árbol y se la ofreció a Adán, quien la mordió. El estigma ha perdurado, generación tras generación del ser humano.
María nunca fue una niña sencilla, sino sombría y taciturna, a la par que amable y gentil; sintió pronto en sus carnes el eterno sufrimiento del amor: amó como puede amar una adolescente, febrilmente, entregada y soñadora, dando todo de sí en busca de cariño y comprensión. Siempre miraba al fondo de los ojos buscando algo, escrutando las mentes y sonriendo para sí. Profundos ojos azules, cambiantes como las estaciones, unas veces agrisados pasando por toda la gama hasta llegar al azul verdoso, ojos de niña dulce con alma hostigada.
María corre, las espigas del trigo flagelan su cara, ciegan sus ojos, pero no se detiene. En el horizonte, el ocaso llama a las estrellas y María corre; su peto vaquero sisea al roce de sus muslos, muslos ágiles y breves, caderas anchas, cintura escueta . María llora, y sus ojos enrojecidos despiden destellos de vida, cada lágrima es un hijo, difícil de parir, un hijo especial, que resbala por sus mejillas, tibias y saladas y cada lagrima que cae al suelo germina , concienzudamente, apresando entre sus pétalos de amapola todo el dolor de la tierra. Rastro de flores rojas se levanta entre las espigas mientras María corre.
María mira al cielo, intentando redescubrir las constelaciones: antiguos héroes reflejados en tenues brillos de lugares lejanos, lugares a miles de vidas de distancia, pero tan cercanos, ojos entornados de niña sabia, que leen vidas pasadas en cúmulos de brillos imposibles.Ojos que miran millones de estrellas, pasados remotos, almas que la acompañan y María siente por primera vez que no está sola , que renace de sus adentros el espíritu valiente de añejos titanes.
María mujer,madre, señora, carne de cama tibia de verano, que abraza a la serpiente entre sus senos en lugar de tomar la manzana prohibida, que se deja amar y ama , que se entrega y reclama su porción de lujuria. Generadora de vida, parturienta inconforme , mujer proscrita. Señora de tenues canas, cada una de ellas añorada, deseada, aceptada; reflejos de dolores ajenos, de alegrías extrañas, de confidencias tras la fragancia del vino, canas que son energía, canas que son sabiduría de otras experiencias, receptora del dolor ajeno .
María mira a los ojos de la muerte, la reta y la desprecia; indolente halo de frialdad nívea que la arropa, toma su mano y caminan juntas, y María le muestra las estrellas, los bermellones campos de amapolas y los plomizos trigales, le muestra el sabor salado y agrio de los cuerpos tras amarse, le cuenta la historia de cada una de sus canas, y juntas lloran las desdichas aciagas y las alegrías . María agarra fuerte su manto, mira solamente una vez atrás, y se arropa en el olvido. María yace , su rostro, pálido, frío e inexpresivo, vida completa, aprovechada , y viaja al infinito con su corte de constelaciones, cruzando el río del olvido mecida al compás del remo de Caronte.
María nunca fue una niña sencilla, sino sombría y taciturna, a la par que amable y gentil; sintió pronto en sus carnes el eterno sufrimiento del amor: amó como puede amar una adolescente, febrilmente, entregada y soñadora, dando todo de sí en busca de cariño y comprensión. Siempre miraba al fondo de los ojos buscando algo, escrutando las mentes y sonriendo para sí. Profundos ojos azules, cambiantes como las estaciones, unas veces agrisados pasando por toda la gama hasta llegar al azul verdoso, ojos de niña dulce con alma hostigada.
María corre, las espigas del trigo flagelan su cara, ciegan sus ojos, pero no se detiene. En el horizonte, el ocaso llama a las estrellas y María corre; su peto vaquero sisea al roce de sus muslos, muslos ágiles y breves, caderas anchas, cintura escueta . María llora, y sus ojos enrojecidos despiden destellos de vida, cada lágrima es un hijo, difícil de parir, un hijo especial, que resbala por sus mejillas, tibias y saladas y cada lagrima que cae al suelo germina , concienzudamente, apresando entre sus pétalos de amapola todo el dolor de la tierra. Rastro de flores rojas se levanta entre las espigas mientras María corre.
María mira al cielo, intentando redescubrir las constelaciones: antiguos héroes reflejados en tenues brillos de lugares lejanos, lugares a miles de vidas de distancia, pero tan cercanos, ojos entornados de niña sabia, que leen vidas pasadas en cúmulos de brillos imposibles.Ojos que miran millones de estrellas, pasados remotos, almas que la acompañan y María siente por primera vez que no está sola , que renace de sus adentros el espíritu valiente de añejos titanes.
María mujer,madre, señora, carne de cama tibia de verano, que abraza a la serpiente entre sus senos en lugar de tomar la manzana prohibida, que se deja amar y ama , que se entrega y reclama su porción de lujuria. Generadora de vida, parturienta inconforme , mujer proscrita. Señora de tenues canas, cada una de ellas añorada, deseada, aceptada; reflejos de dolores ajenos, de alegrías extrañas, de confidencias tras la fragancia del vino, canas que son energía, canas que son sabiduría de otras experiencias, receptora del dolor ajeno .
María mira a los ojos de la muerte, la reta y la desprecia; indolente halo de frialdad nívea que la arropa, toma su mano y caminan juntas, y María le muestra las estrellas, los bermellones campos de amapolas y los plomizos trigales, le muestra el sabor salado y agrio de los cuerpos tras amarse, le cuenta la historia de cada una de sus canas, y juntas lloran las desdichas aciagas y las alegrías . María agarra fuerte su manto, mira solamente una vez atrás, y se arropa en el olvido. María yace , su rostro, pálido, frío e inexpresivo, vida completa, aprovechada , y viaja al infinito con su corte de constelaciones, cruzando el río del olvido mecida al compás del remo de Caronte.
3 comentarios
La_Web_ona -
Gracias por tus comentarios.
Essstupenda -
Da igual somos todas así, reales y no inventadas como es amaría castrada que nos enseñaron de pequeñas. Castrada y castradora porque es el paradigma sumo de la feminidad "decente" y ojalá pudiera decir fue.
Gracias, me gustan tus palabras y tu escritura
KiribatiK -
Luego me explayo.
No sé por qué digo esto, luego nunca tengo tiempo de explayarme.
Se intentará.