Masacre en Marina D´or, Ciudad de Vacaciones
Juró y perjuró que nunca había sido su intención provocar tal catástrofe. El sargento de la Guardia Civil no podía, por menos, que mirarle con cara estupefacta. Se debatía entre arrearle dos guantás o salirse a tomar el fresco a la garita del puesto. Necesitaba pensar y es que la cosa no era para menos.
No es que las circunstancias que habían llevado a tan luctuosos hechos hubieran sido una concatenación de pequeños delitos. El muy bestia se había cargado a dos autocares de jubilados todos ellos residentes, hasta aquel momento, en Arenas de San Pedro. Así mismo había acabado con la vida del humorista contratado por la empresa para amenizar las cenas del Salón de Cristal; el pobre humorista no es que fuera un crac en eso de contar chistes pero a los jubilados del Inserso les hacía gracia y tenía un caché bastante módico. Pero lo que de verdad había encrespado los ánimos del sargento de la Guardia Civil es que el muy animal al tiempo que acuchillaba ancianitos gritaba “Y lo que nos vamos a ahorrar en pensiones”.
No pudo evitar el echar cuentas mentalmente, 60 ancianos por autobús por dos autobuses 120 ancianos a una media de 600€ mensuales...... se perdió en la tercera multiplicación cuando trató de averiguar la media de meses que les podrían quedar a aquellos ancianos de vida. Porque él siempre había pensado que los accidentes de autocares de los ancianitos excursionistas significaban unos pingues beneficios, al menos ahorro, para las arcas de la Seguridad Social.
Movió la cabeza para tratar de despejar su mente de tanta multiplicación inútil, tenía cosas más importantes en las que ocuparse en ese momento. La prensa había tomado al asalto la entrada de la Casa Cuartel y trataban de espiar a través de las persianas por ver si captaban una instantánea del asesino. Oyó como el juez de guardia peleaba a brazo partido para poder entrar en la pequeña oficina del puesto. Al parecer un chico del último reemplazo le había confundido con un redactor de Aquí hay tomate y le había arreado un tortazo monumental. Sólo le faltaba eso, un juez iracundo.
- Vamos a ver pedazo de animal, ¿Cómo te llamas?
- Manuel Copete, para servirle a Dios y a usté.
- Rima – dijo en tono graciosillos el reemplazo que había dado un soplamocos al juez de guardia.
- Cállate gilipollas que ya te vale – El muchacho miró de soslayo al juez de guardia que no se atrevía a abrir la boca no fuera que le sonaran las narices de nuevo.
- Vamos a ver Manuel.....
- Llámeme usté Lelete como en el pueblo.
- Vamos a ver Manuel – reiteró el Sargento a punto de perder algo más que la paciencia- ¿Cómo se le ha ocurrido a usted cometer semejante barbaridad? Eran pobres ancianitos.
Manuel, Lelete para los amigos, no dijo nada tan solo hizo un gesto con los hombros y perdió la mirada en el retrato del Rey que colgaba sobre la mesa del sargento de la Guardia Civil.
- Manuel, ¿no tendrá usted conexiones con algún grupo islamista?, Quizás......¿ con algún cártel de la droga?
Lelete para los de su pueblo no decía nada, por el contrario su expresión se tornó más enigmática al tiempo que su labio inferios se descolgaba levemente tan extasiado como estaba en la contemplación de la regia imagen.
El fax del cuartelillo comenzó a escupir folios ante la sorpresa del juez que temió por un segundo que el joven número de la Guardia Civil hubiera optado por arrearle de nuevo. El sargento se quedó mirando al muchacho a ver si se le ocurría la genial idea de alcanzarle las hojas que arrojaba el fax y el reemplazo miraba toda la escena con una cara de cachondeo increíble. Quién le hubiera dicho a él que al quinto día de ser destinado a aquel puesto la cosa se iba a poner tan interesante. Salvo las borracheras diarias del Matías el Garzas la vida en el puesto prometía ser de lo más aburrida y aquel suceso le llenaba de ansias por vivir experiencias peligrosas. Henchido de valor el muchacho sujetaba con una mano la pistola en la cartuchera y por un momento se creyó James Bond. Gutiérrez, Mariano Gutiérrez con licencia para matar. Sólo cuando sintió la colleja que el sargento le dio al pasar tras él para recoger los fases volvió a la realidad.
- 74 muertos, 6 heridos graves, 40 leves y un cojo.
- ¿un cojo? – preguntó el juez de guardia no sin miedo por lo que se le pudiera venir encima.
- Eso dice el parte del Anatómico, ahora lo del cojo como que no lo pillo.
- Ese fijo que va a ser el humorista – aseguró rotundamente el joven número.
- ¡¡Mecachis!!, se ha escapado el humorista – masculló de pronto Lelete para los amigos.
Como no se esperaba nadie que el asesino en masa fuera a decir algo en ese momento todos los presentes se pegaron un susto de órdago. El juez de guardia se cayó de la silla y comenzó a llorar sin fuerzas para levantarse, el joven que corrió a ayudarle tropezó y fue a parar, frente contra frente, con el juez quien en un ataque de pánico salió corriendo del despacho arrollando, ahora sí, a un redactor de Aquí hay tomate. Justo en el preciso instante en que se le disparaba un tiro al arma del joven guardia e iba a impactar contra la foto del monarca.
Por un segundo todo quedó en un silencio tenso, muy tenso, casi se podía cortar con un cuchillo, quizás el mismo cuchillo jamonero con el holograma de Marina D´ors grabado en el mango que reposaba sobre la mesa del sargento y que se presumía había sido el arma homicida. El sargento se echó mano a la cartuchera y a punto de desenfundar barrió con la mirada toda la estancia, sopesó las circunstancias y en el último momento decidió dejar quieta la pistola en su sitio. Por lo que pudiera pasar.
En ese momento alguien piqueteó en la puerta del despacho, como el preso estaba esposado a la silla y el joven caído en el suelo no hacía ninguna intención de levantarse para abrir la puerta, que antes había quedado cerrada tras la fuga del juez de guardia, el sargento optó por ir el mismo a abrir, total ya estaba a medias de levantarse. Al abrir la puerta de la estancia el hombre se encontró con un periodista de Europa Press y con otro del Hola que traían arrastrando al juez de guardia, todo él demacrado, sucio y totalmente pálido.
- Lo hemos encontrado escondido detrás del contenedor de reciclado de plásticos, balbucea algo de Santa María de los Remedios que le deje como estaba y hemos pensado que quizás sea de esta película.
- Pásenlo ustedes y siéntenle en la butaca, que a este paso no acabamos en toda la noche.
- Que digo yo – se atrevió el periodista de Europa Press- ya que estamos aquí que si nos quedamos y eso, por si hay que ayudar o algo.
- Pues he pensado yo – manifestó el sargento- que si se dan media vuelta y se largan por donde han venido no les meto la pistola por el culo.
Demasiado tarde se dio cuenta el sargento que la puerta del despacho continuaba abierta y una gran cámara filmaba todo la escena del despacho. Y demasiado tarde se dio cuenta que Lelete, para los amigos, se encontraba de pie, arrastrando la silla a la que estaba esposado y posaba ante los flases y los focos. Fue todo en décimas de segundo, varios periodistas y redactores se lanzaron dentro del despacho y todos al unísono comenzaron ha hacer preguntas al presunto. Un grito desgarrador pugnó por hacerse oír entre la multitud que copaba la estancia, el redactor de Aquí hay tomate había pisado la cabeza del joven guardia que entre unas cosas y otras no le había dado tiempo a levantarse. El del Tomate se derretía en disculpas ante el guardia civil pero una sonrisa malévola hacía sospechar que tales disculpas no eran muy sinceras. El juez había optado por subirse encima de la mesa del fax y haciendo malabarismos se sujetaba con las puntitas de los pies donde antes debía de reposar el auricular del teléfono, y el sargento hubiera jurado que unos rugidos estertóreos que parecían oírse a través del auricular descolgado pertenecían al Delegado del Gobierno.
En aquel momento su mente se cegó por completo y desenfundó el arma, comenzó a disparar sin mirar a nadie, solamente veía un velo rojo que lo cubría todo.
A la mañana siguiente todas las portadas de los más importantes diarios nacionales lucían la figura del sargento de la Guardia Civil todo el lleno de sangre y rodeado de cámaras de televisión destrozadas y de redactores de medios de comunicación atendidos por las UVIS móviles. Tras el sargento que iba esposado a dos policías de la secreta la imagen medio distorsionada de Manuel Copete asomando la cara para poder salir en la instantánea; bajo la fotografía el comentario de Mariano Gutiérrez, joven número de la guardia civil que había resultado ileso en la refriega. El editorial de lo más escueto rezaba de la siguiente manera:
“pa habernos matao”
No es que las circunstancias que habían llevado a tan luctuosos hechos hubieran sido una concatenación de pequeños delitos. El muy bestia se había cargado a dos autocares de jubilados todos ellos residentes, hasta aquel momento, en Arenas de San Pedro. Así mismo había acabado con la vida del humorista contratado por la empresa para amenizar las cenas del Salón de Cristal; el pobre humorista no es que fuera un crac en eso de contar chistes pero a los jubilados del Inserso les hacía gracia y tenía un caché bastante módico. Pero lo que de verdad había encrespado los ánimos del sargento de la Guardia Civil es que el muy animal al tiempo que acuchillaba ancianitos gritaba “Y lo que nos vamos a ahorrar en pensiones”.
No pudo evitar el echar cuentas mentalmente, 60 ancianos por autobús por dos autobuses 120 ancianos a una media de 600€ mensuales...... se perdió en la tercera multiplicación cuando trató de averiguar la media de meses que les podrían quedar a aquellos ancianos de vida. Porque él siempre había pensado que los accidentes de autocares de los ancianitos excursionistas significaban unos pingues beneficios, al menos ahorro, para las arcas de la Seguridad Social.
Movió la cabeza para tratar de despejar su mente de tanta multiplicación inútil, tenía cosas más importantes en las que ocuparse en ese momento. La prensa había tomado al asalto la entrada de la Casa Cuartel y trataban de espiar a través de las persianas por ver si captaban una instantánea del asesino. Oyó como el juez de guardia peleaba a brazo partido para poder entrar en la pequeña oficina del puesto. Al parecer un chico del último reemplazo le había confundido con un redactor de Aquí hay tomate y le había arreado un tortazo monumental. Sólo le faltaba eso, un juez iracundo.
- Vamos a ver pedazo de animal, ¿Cómo te llamas?
- Manuel Copete, para servirle a Dios y a usté.
- Rima – dijo en tono graciosillos el reemplazo que había dado un soplamocos al juez de guardia.
- Cállate gilipollas que ya te vale – El muchacho miró de soslayo al juez de guardia que no se atrevía a abrir la boca no fuera que le sonaran las narices de nuevo.
- Vamos a ver Manuel.....
- Llámeme usté Lelete como en el pueblo.
- Vamos a ver Manuel – reiteró el Sargento a punto de perder algo más que la paciencia- ¿Cómo se le ha ocurrido a usted cometer semejante barbaridad? Eran pobres ancianitos.
Manuel, Lelete para los amigos, no dijo nada tan solo hizo un gesto con los hombros y perdió la mirada en el retrato del Rey que colgaba sobre la mesa del sargento de la Guardia Civil.
- Manuel, ¿no tendrá usted conexiones con algún grupo islamista?, Quizás......¿ con algún cártel de la droga?
Lelete para los de su pueblo no decía nada, por el contrario su expresión se tornó más enigmática al tiempo que su labio inferios se descolgaba levemente tan extasiado como estaba en la contemplación de la regia imagen.
El fax del cuartelillo comenzó a escupir folios ante la sorpresa del juez que temió por un segundo que el joven número de la Guardia Civil hubiera optado por arrearle de nuevo. El sargento se quedó mirando al muchacho a ver si se le ocurría la genial idea de alcanzarle las hojas que arrojaba el fax y el reemplazo miraba toda la escena con una cara de cachondeo increíble. Quién le hubiera dicho a él que al quinto día de ser destinado a aquel puesto la cosa se iba a poner tan interesante. Salvo las borracheras diarias del Matías el Garzas la vida en el puesto prometía ser de lo más aburrida y aquel suceso le llenaba de ansias por vivir experiencias peligrosas. Henchido de valor el muchacho sujetaba con una mano la pistola en la cartuchera y por un momento se creyó James Bond. Gutiérrez, Mariano Gutiérrez con licencia para matar. Sólo cuando sintió la colleja que el sargento le dio al pasar tras él para recoger los fases volvió a la realidad.
- 74 muertos, 6 heridos graves, 40 leves y un cojo.
- ¿un cojo? – preguntó el juez de guardia no sin miedo por lo que se le pudiera venir encima.
- Eso dice el parte del Anatómico, ahora lo del cojo como que no lo pillo.
- Ese fijo que va a ser el humorista – aseguró rotundamente el joven número.
- ¡¡Mecachis!!, se ha escapado el humorista – masculló de pronto Lelete para los amigos.
Como no se esperaba nadie que el asesino en masa fuera a decir algo en ese momento todos los presentes se pegaron un susto de órdago. El juez de guardia se cayó de la silla y comenzó a llorar sin fuerzas para levantarse, el joven que corrió a ayudarle tropezó y fue a parar, frente contra frente, con el juez quien en un ataque de pánico salió corriendo del despacho arrollando, ahora sí, a un redactor de Aquí hay tomate. Justo en el preciso instante en que se le disparaba un tiro al arma del joven guardia e iba a impactar contra la foto del monarca.
Por un segundo todo quedó en un silencio tenso, muy tenso, casi se podía cortar con un cuchillo, quizás el mismo cuchillo jamonero con el holograma de Marina D´ors grabado en el mango que reposaba sobre la mesa del sargento y que se presumía había sido el arma homicida. El sargento se echó mano a la cartuchera y a punto de desenfundar barrió con la mirada toda la estancia, sopesó las circunstancias y en el último momento decidió dejar quieta la pistola en su sitio. Por lo que pudiera pasar.
En ese momento alguien piqueteó en la puerta del despacho, como el preso estaba esposado a la silla y el joven caído en el suelo no hacía ninguna intención de levantarse para abrir la puerta, que antes había quedado cerrada tras la fuga del juez de guardia, el sargento optó por ir el mismo a abrir, total ya estaba a medias de levantarse. Al abrir la puerta de la estancia el hombre se encontró con un periodista de Europa Press y con otro del Hola que traían arrastrando al juez de guardia, todo él demacrado, sucio y totalmente pálido.
- Lo hemos encontrado escondido detrás del contenedor de reciclado de plásticos, balbucea algo de Santa María de los Remedios que le deje como estaba y hemos pensado que quizás sea de esta película.
- Pásenlo ustedes y siéntenle en la butaca, que a este paso no acabamos en toda la noche.
- Que digo yo – se atrevió el periodista de Europa Press- ya que estamos aquí que si nos quedamos y eso, por si hay que ayudar o algo.
- Pues he pensado yo – manifestó el sargento- que si se dan media vuelta y se largan por donde han venido no les meto la pistola por el culo.
Demasiado tarde se dio cuenta el sargento que la puerta del despacho continuaba abierta y una gran cámara filmaba todo la escena del despacho. Y demasiado tarde se dio cuenta que Lelete, para los amigos, se encontraba de pie, arrastrando la silla a la que estaba esposado y posaba ante los flases y los focos. Fue todo en décimas de segundo, varios periodistas y redactores se lanzaron dentro del despacho y todos al unísono comenzaron ha hacer preguntas al presunto. Un grito desgarrador pugnó por hacerse oír entre la multitud que copaba la estancia, el redactor de Aquí hay tomate había pisado la cabeza del joven guardia que entre unas cosas y otras no le había dado tiempo a levantarse. El del Tomate se derretía en disculpas ante el guardia civil pero una sonrisa malévola hacía sospechar que tales disculpas no eran muy sinceras. El juez había optado por subirse encima de la mesa del fax y haciendo malabarismos se sujetaba con las puntitas de los pies donde antes debía de reposar el auricular del teléfono, y el sargento hubiera jurado que unos rugidos estertóreos que parecían oírse a través del auricular descolgado pertenecían al Delegado del Gobierno.
En aquel momento su mente se cegó por completo y desenfundó el arma, comenzó a disparar sin mirar a nadie, solamente veía un velo rojo que lo cubría todo.
A la mañana siguiente todas las portadas de los más importantes diarios nacionales lucían la figura del sargento de la Guardia Civil todo el lleno de sangre y rodeado de cámaras de televisión destrozadas y de redactores de medios de comunicación atendidos por las UVIS móviles. Tras el sargento que iba esposado a dos policías de la secreta la imagen medio distorsionada de Manuel Copete asomando la cara para poder salir en la instantánea; bajo la fotografía el comentario de Mariano Gutiérrez, joven número de la guardia civil que había resultado ileso en la refriega. El editorial de lo más escueto rezaba de la siguiente manera:
“pa habernos matao”
4 comentarios
el macaco webon -
Noamanda -
Saluditos a un macaco loco de un ericillo travieso que ya volvió.
El macaco -
Espuma -
qué guapo blog, niña.
tengo que ir leyendo poco a poco.
un beso.