No me llames Dolores, llámame Lola
La asociación que aglutina a las familias afectadas por la tragedia del Yak-42 en Aragón estudia presentar una querella contra el anterior titular de Defensa, Federico Trillo, ante el Tribunal Supremo, por el erróneo proceso de identificación de los cadáveres de los 62 militares. Por su parte, desde el PP se sigue acusando al Gobierno de utilizar la tragedia y ha recordado que el entonces ministro ha pedido en muchas ocasiones disculpas.
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¿Dónde están las llaves? Matarile rile (...) o mejor ¿dónde está mi hermano, sobrino, hijo? ¿Dónde está mi padre? A algún que otro ex ministro estas preguntas le deben de estar resultando muy familiares. Y es que ya van demasiados muertos a las espaldas de algunos. Muertos que tenían familias, seres que les amaban y que se merecían saber donde estaban sus muertos. Tenían el derecho a saber a ciencia cierta que ese cadáver al que estaban dando sepultura, con el corazón destrozado, era quien realmente debía de ser.
Mientras el PP saca a paseo esa lengua viperina que tiene acusando a otros de sus errores, 30 familias han sabido ayer a quien tenían enterrado en su cementerio, o han sabido que esas cenizas que esparcieron en el lugar preferido del difunto no son las del tal difunto. Y todo por política.
¿Merece la pena hacer cualquier cosa por intereses políticos? Hemos llegado a un punto en que hasta lo más sagrado, que es la muerte, se utiliza para laurearse. Un momento en que todo vale, estamos en el tiempo en que la mentira se antepone a cualquier cosa. Pero es que había que tapar demasiados fallos. Había que evitar que llegara a la prensa, por extensión a la opinión pública, que se había enviado a nuestro ejercito, no a una misión suicida, a la muerte anunciada. Y no en un viaje casual, los aviones contratados estaban todos en situación similar; que alguno cayera era cuestión de tiempo y suerte. Y cuanto antes se les enterrara antes se tapaba, literalmente, la mentira. Una mentira escondida a dos metros bajo tierra y con una losa encima.
Pero las mentiras no hay quien las sepulte, las mentiras terminan saliendo; rascan entre la tierra y son capaces de traspasar cualquier losa para levantarse de su eterno descanso, para mostrarse. Tal cuales. Porque la mentira no se puede ocultar. La mentira necesita ser desentrañada y aclarada. Es su naturaleza. Y la mentira se lleva por delante a sus inventores por mucha tierra que se le haya echado encima.
Y la mentira se paga cara o al menos se debería de pagar muy cara. Pero algunos han encontrado la piedra filosofal para evitar el pago. La disculpa. La disculpa paga todas las deudas pero lamentablemente no revive a los muertos ni los coloca a cada uno en su nicho. Las disculpas no arreglan nada pero lavan conciencias. La conciencia tan oscura y tan pesada, ese Pepito Grillo que arrastra una inmensa cadena, muy larga, muy sucia. La cadena que arrastra a 62 hombres muertos.
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¿Dónde están las llaves? Matarile rile (...) o mejor ¿dónde está mi hermano, sobrino, hijo? ¿Dónde está mi padre? A algún que otro ex ministro estas preguntas le deben de estar resultando muy familiares. Y es que ya van demasiados muertos a las espaldas de algunos. Muertos que tenían familias, seres que les amaban y que se merecían saber donde estaban sus muertos. Tenían el derecho a saber a ciencia cierta que ese cadáver al que estaban dando sepultura, con el corazón destrozado, era quien realmente debía de ser.
Mientras el PP saca a paseo esa lengua viperina que tiene acusando a otros de sus errores, 30 familias han sabido ayer a quien tenían enterrado en su cementerio, o han sabido que esas cenizas que esparcieron en el lugar preferido del difunto no son las del tal difunto. Y todo por política.
¿Merece la pena hacer cualquier cosa por intereses políticos? Hemos llegado a un punto en que hasta lo más sagrado, que es la muerte, se utiliza para laurearse. Un momento en que todo vale, estamos en el tiempo en que la mentira se antepone a cualquier cosa. Pero es que había que tapar demasiados fallos. Había que evitar que llegara a la prensa, por extensión a la opinión pública, que se había enviado a nuestro ejercito, no a una misión suicida, a la muerte anunciada. Y no en un viaje casual, los aviones contratados estaban todos en situación similar; que alguno cayera era cuestión de tiempo y suerte. Y cuanto antes se les enterrara antes se tapaba, literalmente, la mentira. Una mentira escondida a dos metros bajo tierra y con una losa encima.
Pero las mentiras no hay quien las sepulte, las mentiras terminan saliendo; rascan entre la tierra y son capaces de traspasar cualquier losa para levantarse de su eterno descanso, para mostrarse. Tal cuales. Porque la mentira no se puede ocultar. La mentira necesita ser desentrañada y aclarada. Es su naturaleza. Y la mentira se lleva por delante a sus inventores por mucha tierra que se le haya echado encima.
Y la mentira se paga cara o al menos se debería de pagar muy cara. Pero algunos han encontrado la piedra filosofal para evitar el pago. La disculpa. La disculpa paga todas las deudas pero lamentablemente no revive a los muertos ni los coloca a cada uno en su nicho. Las disculpas no arreglan nada pero lavan conciencias. La conciencia tan oscura y tan pesada, ese Pepito Grillo que arrastra una inmensa cadena, muy larga, muy sucia. La cadena que arrastra a 62 hombres muertos.
2 comentarios
La_web_ona -
Noamanda -
Saludos niña.