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LA WEB-ONA

SIN NOVEDAD EN PEREJIL, MI CAPITÁN¡¡¡

SIN NOVEDAD EN PEREJIL, MI CAPITÁN¡¡¡ Hacía muchos años que ningún ser humano estaba tanto tiempo en el islote, así pues su vida transcurría plácidamente, ocasionalmente algún pescador se dejaba caer por allí, tiraba su caña o sus redes durante unos días y luego desaparecía en su barca para no volver jamás, ella mientras tanto se escondía, tenía miedo.

Desde que nació pocas veces había visto a alguna persona de cerca, las veía en la costa del continente, labriegos, pescadores y algunas noches sobre todo cuando el levante amainaba oía, más que veía, barcazas pasar cargadas de lo que parecían ser alegres gentes; escuchaba sus rezos a Ala , para que la travesía les fuera benigna, pero ninguno regresaba,tampoco adivinaba a saber donde iban, la única tierra firme que veía desde el peñasco eran los territorios Marroquíes, hacía el otro lado sólo el inmenso mar.

Nadie había reparado en ella, pensó que se sabía esconder muy bien, aunque a veces la pareció que desde la costa alguien la miraba a los ojos, pero no la hacían señas de reconocimiento Se sentía sola, abandonada.

Cuando un atardecer desembarcaron en el islote una lancha con varios hombres, corrió a esconderse, presa del pánico, paso la noche agazapada entre unas piedras, tenia hambre y sed, pero no se atrevió a moverse hasta su guarida, al amanecer, con los albores del día, vio en la cala lo que parecía un techado, no se veía a nadie, solo un hombre sentado delante de una fogata, con la cabeza entre las piernas y su fusil caído en el suelo, como con descuido. Tenia que salir de allí, sus extremidades estaban rígidas y tenia hambre, y en las inmediaciones no vio nada que echarse a la boca, temblorosa se fue arrastrando en la dirección contraria al campamento, y cuando se cercionó de que no se la iban a ver, se irguió y salió corriendo.

Ya en su refugio, respiro, sabia que allí seria difícil de localizar, era una grieta en la ladera opuesta a la cala cuya entrada no permitía el paso a alguien con mas complexión que ella, delgada, atlética de pelo rubio y hermosa, lejos de los soldados y lejos de las miradas indiscretas de la costa, se aseo, comió algo de su despensa y se echo a descansar en su cama de hierbajos, y durmió el sueño inquieto de quienes se sienten vigilados.
A la noche siguiente, se acerco de nuevo a la cala, varios hombres rondaban alrededor del campamento, se les veía nerviosos, y alguno en una zona mas apartada rezaba a su dios, mientras les miraba pensó que ella no tenía dios al que rezar, sus padres no la enseñaron, y ella tampoco se molesto mucho en preguntar, solo cuando una mañana con fuerte marejada, una enorme ola arrastro a las profundidades del mar a sus progenitores cuando buscaban alimento en la caleta donde ahora estaban los soldados, echo de menos algo a lo que asirse espiritualmente.

Aun recordaba cuando ella vivía con su familia en la isla, al menos una vez a la semana los visitaba la vieja Adissa, les hablaba de las novedades en el continente, y les contaba que más allá del mar había otras tierras, otras gentes, que hablaban otros idiomas y rezaban a otros dioses, ella era muy niña, y escuchaba con los ojos extasiados en la mujer todas los cuentos que les narraba, su madre regañaba a Adissa, la decía que no debía de meter esas ideas tan fantásticas en la cabecilla fantasiosa de su hija, pero Adissa no parecía escucharla, acariciaba la cabeza de la pequeña y seguía contando sus leyendas de mundos maravillosos.

Pero una semana Adissa no volvió, la pequeña corrió de un al otro lado de la isla, pero la vieja no estaba, espero impaciente otra semana mas, pero tampoco apareció, la espero varias semanas mas, pero Adissa siguió sin aparecer, entonces su padre la llevo a la cala y mirando al mar, la explico que como su propia vida la de la anciana tenia un fin, que jamás volvería y que la recordara a ella y a sus historias con cariño. La pequeña lloró desconsolada, lloró durante muchos días, pero el invierno llegó, y la necesidad la recluyo en su refugió, hacía frío, y faltaban los pocos alimentos que Adissa hasta hacia poco les había estado suministrando, cayó enferma y estuvo mucho tiempo tumbada sobre una manta de hojas, que su madre había recogido del único árbol de la isla, las fiebres la hacían delirar, el rumor de las olas la parecían enormes monstruos, y creía ver la imagen de Adissa salir de entre los monstruos. Pero la enfermedad pasó, casi al mismo tiempo que el frío y las tormentas invernales, la mar se calmó al mismo tiempo que su espíritu, es estar cerca de la muerte la había hecho agarrarse a la vida con más fuerza si cabe que la que genera la juventud.

Encontró nuevos retos en la isla, se percato de la existencia de pequeños animalillos que hasta entonces la habían pasado desapercibidos, corrió y jugueteo con ellos, y llego el verano, ya se sentía fuerte, y con desprecio a su propia seguridad y a la de su familia se acercaba a la costa que miraba hacia el continente y gritaba a las personas que veía pasar, pero no la oían o no la querían oír, y continuaban su caminar sin tan siquiera saludarla.
Una noche calurosa en que no podía dormir, se atrevió a preguntar, preguntó a sus padres como habían llegado ellos allí, sus padres se miraron a los ojos, la madre sintió, y el padre le contó sus orígenes.

La contaron que su gente siempre había habitado la isla, desde los inicios de los tiempos, siempre conviviendo con los habitantes del continente, pero siempre manteniendo su status de primeros pobladores de la isla, que en el devenir de los tiempos habían sido diferentes las personas con las que vivieron, unas veces saharaui, otras españoles y hasta en una ocasión altos y rubios mozalbetes, con un idioma ininteligible, pero aquella gente se fue y no volvieron jamás. Pero dejaron una amarga huella en su familia, que por entonces aun era muy numerosa, varios de esos hombres vejaron y humillaron a algunas de las mujeres de la familia, mientras se reían a carcajadas y apostaban a cual de ellas cogerían y someterían. Para la familia fue una verdadera alegría cuando estas gentes abandonaron la isla, aunque solo fue al principio, en su huida abandonaron varias de sus armas y algunos de los pequeños murieron al manipularlas jugando, así pues desde entonces solo le estaba permitido a los adultos ir a la caverna a buscar comida.

También le contaron, que algún tiempo después, se estableció un campamento con algunos pocos hombres, pero ellos hacían su vida y la familia la suya, no se metían unos con otros. Pero se fueron, y los escasos víveres que les proporcionaban también desaparecieron, y poco a poco dejaron de nacer niños, y la gente moría pronto, hasta que solo quedaron ellos tres, hasta el día de la tormenta, sus padres después de darle muchas vueltas, se habían decidido a bajar a la caverna en busca de víveres, tenían que descender por el acantilado, para por ultimo de un salto, aterrizar en la repisa que daba paso a un estrecho camino que conducía al interior de la cueva, el día había sido soleado y no se veía nada que avisara de la tormenta, empezó con una suave brisa, que se fue convirtiendo en un fuerte viento de levante, sus padres la ordenaron se fuera al refugio, que ellos pasarían la tormenta dentro de la cueva y que a la mañana siguiente volverían, pero se resistió a marcharse, los apremio para que volvieran, pero sus padres le dijeron que ya estaban cerca de la entrada, que se fuera que a la mañana siguiente se verían, sus padres no vieron llegar la enorme ola, parecieron no escuchar el rugido ensordecedor del agua al levantarse, ni la pared azul que se les veía encima, sólo en el último momento su madre giró la cabeza y vio la ola, gritó, pero ya era tarde, el horroroso golpear del agua contra la pared, y al retirarse esta, sus padres ya no estaban, corrió de un lado a otro con la seguridad de que sus padres en el ultimo momento habían alcanzado la entrada a la cueva, y se quedo allí esperando la mañana siguiente, empapada por la lluvia que siguió y aterida por el fuerte viento, la noche paso y el día amaneció soleado, pero nadie volvió, pasaron horas y nada, a ultima hora de la noche se acerco a su refugio comió algo y volvió corriendo pero siguió sin volver nadie, paso otra noche al raso y a la mañana siguiente lloro sobre las rocas y se fue al refugio.

Volvía a amanecer, y la muchacha se volvió a su escondrijo, así durante algunos días, pero una madrugada cuando empezaba a apuntar el día, y ella se disponía a dirigirse a su puesto de vigía, un ensordecedor ruido la asusto, jamás había escuchado algo así, y enormes pájaros descendieron del cielo, varios soldados se descolgaron de ellas con cuerdas, mientras en la costa barcos navegaban a gran velocidad, lanzando mensajes de advertencia, hubo una pequeña rencilla entre estas nuevas gentes y los habitantes de la cala, ella corrió a su atalaya para divisar mejor lo que pasaba, y vio un enorme trajín de gentes, armas y vehículos.
Sobre mediodía empezó a sentir hambre, con todo aquel jaleo no había desayunado, que aunque frugales en los últimos tiempos, al menos evitaban sentir el molesto rugir de tripas, oyó un ruido, se agazapó entre las rocas, oyó a dos soldados trepar hasta donde estaba ella, pero no llegaron, fatigados se sentaron en unas rocas a un par de metros, descargaron sus mochilas las abrieron y sacaron el almuerzo, la muchacha alzo la cabecilla, olió el aire, y percibió un olor, un lejano recuerdo, miro y vio a uno de los soldados mordiendo una tableta de chocolate como las que le regalaba Adissa. El hambre y la añoranza de buenos tiempos la hizo perder el miedo y se fue acercando a los soldados, estos de primeras no se percataron de su presencia, y la vieron cuando ya estaba encima de ellos, la miraron asombrados, uno de los soldados pareció adivinar sus intenciones, y le tendió la tableta de chocolate, se fue acercando, y de pronto sonó un chirriante graznido metálico, ella salió corriendo de nuevo a su escondrijo, vio a los soldados hablar por un extraño aparato, parecían entretenidos, y el hombre había dejado el chocolate encima de la piedra donde habían estado sentados.

-.Si mi Capitán¡¡¡¡, ........................Como ordene mi capitán¡¡¡¡. ehhhhhhhhhhhhhhhhhhhh¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡, ehhhhhhhhhhhhhhhhhh¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Manoloooooooooooooooooooo que nos ha robado el chocolateeeee¡¡¡¡¡¡¡¡¡....................Perdón , perdón mi Capitán................no señor, no era a usted, es que una cabra nos ha robado el chocolate del almuerzo..................si mi capitán , disculpas señor...............a sus ordenes mi capitán¡¡¡¡¡.........................Sin novedades en Perejil mi capitán ¡¡¡¡Corto y cierro.

Ella ya corría ladera abajo, en su boca llevaba la tableta de chocolate, alegre, risueña, por un día no comería mas esos brotes resecos de hierbajos que crecían en la isla, mientras iba pensando que con esta nueva gente ser una cabra era divertido.

7 comentarios

noamanda -

Arghhhhhhh, jajaja!!
Ya recuerdo, me reí un montón.

La_web_ona -

El trabajo que me cuesta encontrarlos

Kiri -

Webo, molan tus enlaces.

La_Web_ona -

O los legionarios.

Pedro -

¡A mí la legión!

La_Web_ona -

Tírate a Pedro, saldras ganando.

Blankita -

¡Qué nostalgia!
Y yo aquí, aguantando a la plasta de la Heidi...