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LA WEB-ONA

órdago a la grande

El despertador sonó a la 7:15 pero continuó durmiendo un poco más ; hasta que se dio cuenta eran casi las 8 de la mañana. Saltó de la cama, pero con tan mala suerte que tropezó con el edredón y dio de bruces contra el suelo. La nariz le chorreaba sangre y el dolor le nubló por unos instantes el entendimiento.

Se sentó en la cama y colocó la cabeza entre la piernas hasta que recordó que aquella postura era para los mareos. Un pequeño charco de sangre se había formado entre sus pies pero no se dio cuenta. Al levantarse para ir al lavabo se escurrió y cayó de espaldas ,la cabeza le retumbó con el golpe como si fueran las campanas de la Basílica del Pilar a la hora de misa.

Con una mano en la nariz y otra en el cogote permanecía sentado en el suelo con los calzoncillos manchados de sangre. Estiró la mano , con la que se sujetaba el cogote, para coger de la mesilla un pañuelo. Revolvió sin mirar dentro del cajón y sacó lo primero que le pareció, un pañuelo. Envuelto en éste un revólver de pequeño calibre cayó a su lado. Le apartó a un lado y se limpió la cara de sangre.

Como un fogonazo le vino a la cabeza las leyes de Murphi” Da igual de qué lado estés, siempre tienes las de perder”. Total, hoy ya llegaba tarde al trabajo unos minutos más no importaban , le iban a descontar medio día igual. Vacío el tambor del arma excepto una última bala.

Disparó; en lo que dura una fracción de segundo vio el trayecto de la bala como se dirigía a su frente. Su último pensamiento retumbó en su cabeza confundido con el de la bala. “Me parece que hoy no voy a poder ir al Bingo”

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